Pintores argentinos: Fernando Fader
Desde hace varias décadas, la Bolsa apoya el arte y sus diferentes manifestaciones a través de la compra de obras, la disposición de espacios para exhibición, y la promoción de estas actividades en muestras y Salones. Además, realiza una tarea de difusión, que canaliza a través de sus diversos medios institucionales. A partir de 2013, cada Noche de los Museos en la Ciudad de Buenos Aires, se abren las puertas a la valiosa pinacoteca de la Bolsa, que reúne obras de pintores argentinos del siglo XIX y XX.
Hijo de la vizcondesa francesa Celia de Bonneval y de Carlos Fader, ingeniero naval alemán que trajo a Mendoza adelantos como la luz y la energía hidroeléctrica y la explotación de petróleo, Fernando Fader nació en 1882 en la ciudad francesa de Burdeos, pero de nacionalidad argentina. Ese mismo año, la familia regresó al país, y tres años después se afincó en Mendoza, donde su padre fundó una compañía encargada de alumbrar la ciudad.
Con seis años de edad, Fernando viaja a Europa a cursar sus estudios primarios y secundarios, y al completarlos regresa a Mendoza. Durante esta etapa en Argentina realiza sus primeras pinturas: un Autorretrato a la acuarela, un óleo titulado El viejo piojoso, del que pintó varias versiones, y un dibujo titulado Retrato de 6 artistas célebres. Y le expresa a su padre su deseo de ser pintor. Es así como, el ingeniero Fader decide regalarle un viaje a Europa.
El mismo Fernando lo recuerda: “…quiso mi padre someterme a una prueba. Me envió a Europa para que viajara un año, sin restricciones. Si transcurrido ese lapso persistía yo en mi propósito, daba él su consentimiento. Había residido hasta entonces en Mendoza. Es fácil, pues, imaginar el estremecimiento de mi espíritu al ponerme en contacto con el arte europeo. Vivía, puede decirse, visitando pinacotecas y exposiciones. Al término del año escribí a mi padre: `Persisto’. Y mi padre, observador sagaz, me contestó: `Lo sabía’”.
En 1900, Fader regresa entonces a Alemania y tiene la opción de estudiar con dos maestros: Frank Von Ziuk, pintor de estilo simbolista que realizaba desnudos femeninos y masculinos vinculados a temas mitológicos y literarios; y Heinrich Von Zugel, partidario de la pintura al aire libre con temas de paisajes y animales. Fader se inclina por este último y comienza a estudiar en su escuela de la cual egresa en 1904, de forma exitosa: obtuvo una Medalla de Plata en el Concurso de la Academia por su cuadro La comida de los cerdos y una Mención por el óleo Mi perro. Al finalizar el curso regresó a Mendoza, Argentina, donde presentó su primera exposición individual en el Club Español. Inmediatamente después expuso su obra en la capital, Buenos Aires.
En 1905, Fader abrió su propia academia de pintura en la ciudad de Mendoza, junto a la fábrica de gas de su familia. Expuso de nuevo en Mendoza, esta vez en la Casa España, donde presentó setenta obras, entre acuarelas, dibujos y óleos; y ese mismo año, tuvo lugar su primera exposición individual en Buenos Aires, en el Salón Costa. En ese contexto fallece su padre, que se encontraba abocado a construir una usina hidroeléctrica en Cacheuta, y Fernando debe hacerse cargo de los negocios familiares.
En 1906, se casa con Adela Guiñazú —quien había sido su alumna—, y tienen tres hijos. Vuelve a viajar a Buenos Aires para exponer en el Salón de la Costa. En este momento, sus paisajes ya eran postimpresionistas, algo que sorprendió a los críticos locales, aún el impresionismo era el estilo más avanzado en esos momentos en el país, lo que de alguna forma provocó el rechazo del conservador público argentino.
Entre 1907 y 1908, formó parte del grupo de artistas que se reunían bajo el nombre de «Nexus», al que también pertenecieron Cesáreo de Quirós, Carlos Ripamonte, Pío Collivadino, Alberto Rossi, Justo Lynch y Arturo Dresco. En 1908, el Salón Costa dedicó una exposición a los integrantes del grupo, mientras Fader presentaba una exposición individual en la Galería Witcomb.
A partir de 1909 Fader se dedica a la empresa familiar y se aleja de la pintura, pero en 1913 un terrible aluvión que desciende de la precordillera arrasa con todos los bienes de los Fader-Guiñazú y lleva a la familia a la quiebra.
En ese momento, Fader decide retomar definitivamente la pintura. Se muda a una modesta casa en la calle Olleros en el barrio de Belgrano, en Buenos Aires y comienza un nuevo período de su producción. A partir de 1915 expone y sus obras comienzan a lograr premios y cotizaciones importantes lo que le permite vivir del arte. Obtuvo el Primer Premio de la IV Bienal de Arte Nacional de Argentina y luego de una gira por Europa, visitando España y Alemania, y posteriormente Estados Unidos, logra en 1915 una medalla de oro en la Exposición Internacional del Pacífico en San Francisco, con La comida de los cerdos.
En 1918, enfermo de tuberculosis le recomiendan trasladarse a una zona de clima seco y elige la Provincia de Córdoba. De allí que se instala en Deán Funes y un tiempo más tarde construye su casa en Loza Corral en el departamento de Ischilín, donde continúa pintando. Este cambio fue favorecido por el entorno que le rodeaba, inspirándole de forma bucólica, creando en esa época las que posiblemente sean sus mejores y más conocidas obras; en ellas además del paisaje, plasmó diversas escenas de género de campesinos y del ambiente rural de la zona, todas ellas con una fuerte carga romántica.
Pero su salud empeoró, la enfermedad le había producido un asma crónica que le impedía pintar al aire libre, lo que le llevó a la necesidad de pintar interiores, desnudos, autorretratos y algunas naturalezas muertas, pudiendo así decir que comenzó un tercer periodo en la clasificación de su obra. A pesar de su reclusión y aislamiento debido a su enfermedad, nunca perdió el prestigio adquirido en la década anterior, así en 1924, la Academia Nacional de Bellas Artes organizó una retrospectiva de su obra.
En 1930 realizó la que fue su última exposición en vida. Su precario estado de salud le impidió trasladarse desde Loza Corral y la muestra se inauguró sin su presencia. En 1932 se inauguró, en las salas de la Comisión Nacional de Bellas Artes del Palais de Glace, una gran exposición retrospectiva que reunía ciento ochenta obras de Fader.
El diagnóstico original por el cual los médicos le había dado seis meses de vida, no se cumplió; y Fader siguió trabajando hasta casi tres años antes de su muerte, en 1935, con sólo 52 años.
Su antigua casa de la aldea de Loza Corral abrió como museo y alberga parte de su obra, que además está representada ampliamente en los más importantes museos argentinos, entre otros, el Museo de Bellas Artes de Buenos Aires, El Museo Provincial de Bellas Artes “Emiliano Guiñazú”, en Mendoza, y el Museo Municipal de Bellas Artes de Rosario. La Bolsa, se ve honrada con dos de sus obras.