Blanquear el bimonetarismo
De cara al nuevo período institucional que se inicia en la Argentina, la presente nota propone establecer una política monetaria sana, con circulación monetaria no inflacionaria, y funcional al desarrollo del Mercado de capitales y del país.
El debate sobre política macroeconómica requiere de una alternativa superadora, tanto de la desdolarización como de una forzada dolarización que canjeara todos los pesos por dólares, ya que ambos planteos teóricos avanzan sobre la autonomía de la política monetaria y sobre derechos consuetudinarios. Tales restricciones pueden provocar una parálisis del mercado de capitales. Se propone, en cambio, una política de fuerte estímulo fiscal multiplicador de inversiones bimonetarias, con libre arbitraje entre mercados y monedas.
Consideraciones
La puja redistributiva destruye ingresos y patrimonios, por lo que urge frenar desde la macroeconomía el desfasaje permanente de precios, salarios, tasas de interés y tipos de cambio. No se pueden congelar las variables macro en forma autoritaria, sino institucionalmente, con las leyes y propuestas que blanqueen la existencia de una moneda como “reserva de valor”.
Un elemento central faltante en una política económica gradualista y pesificadora es, precisamente, la política monetaria, sólo utilizada hasta hoy de manera cuantitativa. Su utilización cualitativa en un nuevo marco legal contribuirá decisivamente en la competitividad, en la productividad y en la apertura de la economía argentina. Sin este cambio, las perspectivas inflacionarias de mediano plazo continuarán muy altas y sin solución, porque los agregados financieros en el Peso (moneda de la que se huye) son considerados técnicamente peligrosos y susceptibles de ser reprimidos y encarecidos por políticas monetarias restrictivas, de tal modo que son negativos para el crecimiento.
Sin estabilización monetaria no se restablecerá la corriente ahorro-inversión y se cebará aún más la bomba inflacionaria, que en sus necesidades de mantenimiento y expansión del stock de capital tiene un mix de componentes de inversión local y externa en donde domina el Dólar. Asimismo, sin estabilización monetaria no se podrá repagar el endeudamiento público ni cambiar su sesgo estéril y destructivo.
El principal reflejo en el mercado financiero es el continuo achicamiento del Mercado de capitales que, aunque bimonetario, hoy evidencia inactividad y fuerte caída de las emisiones del sector real y del sector privado, pari passu, con la subvaluación de todos sus activos subyacentes.
Tuvimos varios intentos serios de política monetaria de shock, comenzando por la teorización de Raúl Prebisch, economista del desarrollo latinoamericano, que fijó el tema central en su trabajo “Moneda sana o inflación incontenible”. Allí se había puesto el énfasis de la estabilización macroeconómica en la cuestión de la moneda, ya que ésta, de ser resuelta con medidas realistas –y que, asumimos, la sociedad comprende por su propio accionar social bimonetario– sería el núcleo de un nuevo y esperanzador programa de desarrollo.
Una moneda transaccional que se devalúe o aprecie en una flotación sucia, y una moneda Dólar que sea reserva de valor, es lo que se buscó en diversos planes de estabilización y sólo se logró por periodos. Para ello, y en un contexto de dolarización de diversos mercados y del ahorro de la población, sólo falta ofrecer una normativa para el curso legal del Dólar, con garantías ciertas para movilizar las reservas locales privadas de atesoramiento hacia el sistema económico.
La gran emisión no inflacionaria que significan los llamados dólares del colchón –de personas físicas y jurídicas– cuadriplican las reservas netas del Banco Central (BCRA), y allí debería estar el objetivo de su reintegración al circuito monetario, mientras las reservas bancarias en Letras y Bonos del BCRA deben consolidarse en dólares en canje por Letras del BCRA vis à vis con el endeudamiento de éste con el Tesoro, de común acuerdo con las entidades financieras, para que así este flujo vuelva finalmente hacia la actividad productiva.
Estos serían los objetivos monetarios, cambiarios y fiscales para recuperar el motor monetario del crecimiento, de cara a un desarrollo estructural serio.
No vale hoy, frente a lo que está en juego, una mera crítica ideológica de derecha o izquierda porque “la dolarización es mala”, porque “no hay emisión soberana” de pesos devaluados permanentemente. Mantener una pesificación inflacionaria sin fin, en un contexto dependiente de la “pesificación” de activos y derechos de propiedad –al estilo de aquella pesificación asimétrica de 2002– no es soberanía monetaria para el desarrollo sino, por el contrario, su impedimento real.
Una reforma monetaria permisiva para la transacción dolarizada explícita significa reintegrar la sangre en un organismo anémico, y es ineludible si consideramos la necesidad económica y social de superación de las faltas en los niveles y perspectivas del consumo, de la inversión, de la producción y del comercio exterior.
Debe eliminarse el forzamiento de desigualdades estructurales cristalizadas negativamente porque no hay moneda fuerte, y porque la discrepancia entre sectores dolarizados y no dolarizados es la pugna por una redistribución del ingreso creciente y estéril, así como la cronificación de la recesión económica, una indexación mortífera, la caótica dispersión de las variables de precios…; en fin, la enorme inflación monetaria y de costos empresarios, con un mínimo de asistencia financiera al sector privado.
La inversión ha descendido a la mitad de su valor histórico, muy por debajo del mantenimiento del propio stock de capital; y el ahorro está fuera del sistema y, por ende, destruido y sin posibilidad de generar excedentes de personas y de empresas.
La corriente ahorro-inversión no puede expandirse sin un drástico cambio de dirección en la promoción básica del flujo de liquidez, con el sostén indispensable de patrones monetarios no inflacionarios que simplemente liberen la voluntad social –ya acrisoladamente bimonetaria–.
Considérese que al 30 de junio pasado los activos externos de hogares y sociedades no financieras ascendieron a 304.097 millones de dólares, según el INDEC; y que el monto no blanqueado después de la última fuga fue de 210.000 millones de dólares, esto es, 10 veces más que la base monetaria de 21.000 millones informada por el Banco Central al 30 de septiembre.
Propuestas
En este núcleo macro de ideas es que se propicia una Ley Marco que unifique los siguientes objetivos de política económica en sendas propuestas legislativas aquí denominadas “Ley del Régimen de Libertad Bimonetaria” y “Ley de la Reforma Monetaria, Cambiaria y Fiscal”. La sustentabilidad a largo plazo de estas dos Leyes, a tratar por el Poder Legislativo, exigiría un consenso político-social para perfeccionar la misma con el cambio de gobierno y un basamento en los siguientes instrumentos marco, macroeconómicos y legales:
- Aumento sustancial de la liquidez mediante la fijación por ley, e indistintamente, del Peso y del Dólar como monedas de curso legal, en el marco de un bimonetarismo sin restricciones cambiaria ni fiscal.
- Asimilación a blanqueo extraordinario de la aplicación de dólares de tenencia privada no declarada, en función del monto de gasto habitual de personas humanas y jurídicas.
- Levantamiento por parte del Banco Central de las restricciones en la emisión monetaria y en la fijación de la tasa de interés de las Letras de liquidez.
- Mantenimiento del tipo de cambio flotante y de la libertad en el mercado de dinero, en función de las necesidades sociales.
- Revisión técnica fiscal de la rebaja de impuestos en IVA a alimentos, Ganancias de asalariados e Impuesto al cheque y demás impuestos de emergencia.
- Reforma de las penalidades cambiarias que anule las sanciones no vinculadas con el comercio exterior, reconociendo plenamente la realidad bimonetaria.
- Adecuación de las reglas del movimiento internacional de capitales a la libertad bimonetaria.
- Anulación de las restricciones de la Ley de Convertibilidad 23.928, internalizando y actualizando sus aspectos vigentes.
- Libre fijación de acuerdos y contratos privados y públicos, bimonetarios o en dólares.
- Adecuación de todas las disposiciones de pagos, financieras y monetarias, contenidas en los códigos Civil y Comercial de la Nación.
Asimismo, en este nuevo contexto se deben implementar nuevas políticas e instrumentos sectoriales y regionales, dado que el núcleo del cambio es monetario y necesita dicho acompañamiento –por ejemplo, mediante la regionalización del Banco Central–. - Levantamiento de las restricciones para la transacción y liquidación de todos los instrumentos crediticios en dólares, incluidos cheques y pagarés en las cuentas respectivas de la Caja de Valores, tendientes a producir una baja sustancial en el costo del dinero.
- Autorización de la Superintendencia de Seguros a las entidades del sector respecto de la emisión de pólizas sobre riesgos financieros, actualmente inexistentes, con las seguridades habituales de reaseguro global, permitiendo flexibilidad crediticia para el sector real privado.
- Participación del sector bancario global en el mercado de hipotecas UVA con los diversos instrumentos de descuento que posee el sector, para estabilizar dicho instrumento sin costo fiscal innecesario.
La presente propuesta de política económica, que aquí planteo a título personal, es compatible con los planes alternativos en estudio por los gabinetes de asesores de los principales bloques políticos.