Palabras del Presidente de la Bolsa
Palabras del Presidente de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, Adelmo J.J. Gabbi, en ocasión de celebrarse el Aniversario 169 de la creación de la Asociación, el 18 de julio de 2023, en el Recinto Principal de Sarmiento 299.
Siendo hoy 18 de julio, no quiero empezar este acto, sin lamentar que ha pasado un aniversario más del mayor atentado que sufrió nuestra sociedad argentina, en la sede de la AMIA y que aún se mantiene impune.
Queridos socios, nos encontramos aquí para conmemorar un nuevo aniversario de nuestra querida Bolsa de Comercio.
Es la primera vez, en los cuarenta años de democracia, que un Presidente en ejercicio, durante todo su mandato, no comparte este evento con nosotros. Es una lástima que haya fallado a su compromiso de asistir, no nos sorprende que una vez más falte a su palabra, pero sí me hubiese gustado que escuche nuestra desaprobación a su gestión.
Advertimos en el 2019, que una empresa no puede funcionar cuando sus parámetros de acción más importantes –salarios, precios, capacidad de importar o exportar– se deciden en la esfera política y no según la productividad de la empresa. Si un empresario no puede decidir sobre las cuestiones básicas a su saber y entender deja de ser empresario para convertirse en lobista del poder político de turno.
Cuando las reglas del juego no son transparentes y claras, la especulación es la consecuencia y no la causa de la coyuntura. Especulador es aquel que toma decisiones en el presente por lo que cree que va a pasar en el futuro muy cercano. Inversor es aquel cuyo horizonte es el largo plazo.
La Argentina no tiene un problema de capacidad de pago ni de capacidad de trabajo, tiene un problema de voluntad de pago.
Sin transparencia no hay confianza y sin confianza no hay inversión, y sin inversión no hay progreso.
Los socios sabemos lo que no hay que hacer: los controles compulsivos de precios, la suspensión sorpresiva de las exportaciones, la suba de impuestos en forma irracional, el ataque a la meritocracia, el distribuir lo que no se tiene, el endeudarse sin respaldo, los cepos cambiarios, el modificar los equilibrios entre la oferta y la demanda por caprichos ideológicos del pasado, el elegir socios traicioneros, el echarle la culpa a otro o declarar guerras a cualquier sustantivo.
Nunca he entendido por qué es ‘codicia’ querer quedarse con el dinero que uno ha ganado, pero no es codicia querer quedarse con el dinero de otro. El gobierno fomentó un imperdonable castigo con burocracia e impuestos abusivos a los que producen, en beneficio a sus militantes.
Como digo siempre, los precios son un idioma que refleja estados de ánimo.
Sencillamente porque el mercado es la sumatoria de todos nuestros miedos y nuestras avaricias, y que de sus interacciones surgen los precios.
Sin dudas, los mercados anticipan un cambio de ciclo en nuestro País. Parece que finalmente nuestra sociedad ha comprendido que el esfuerzo y el mérito valen la pena, que es bueno integrarse al mundo y que mantener una política fiscal sana es esencial y que como sostiene nuestra institución desde hace 169 años, la libertad individual, el respeto por la propiedad privada y la transparencia en las acciones comerciales y sociales garantizan una mejor calidad de vida a los ciudadanos de nuestro País.
Siendo yo, como muchos de ustedes, un socio con mucha experiencia, con años muy intensos recorriendo estos pasillos, permítanme dejar algunas consideraciones para la nueva generación de socios:
Tenemos el deber moral de mantener el espíritu de representar a este ámbito, cumpliendo la palabra empeñada, la transparencia en la ejecución de nuestros actos, el respeto a los derechos del otro, atendiendo nuestras obligaciones, y siempre con el orgullo de invertir en nuestro país, para nuestro país. Esta institución nos enseñó a pensar juntos y construir con las diferencias y no a dividirnos por ellas.
En estos momentos tan complicados de la representatividad de las instituciones políticas en nuestro país, es imprescindible ponerse como objetivo principal, buscar acuerdos y no tanto el consenso. Los consensos implican pensar parecido y eso es muy difícil de lograr hoy. Primero hay que mantener acuerdos donde las partes con intereses distintos definen qué ceder y qué no ante las demandas de la otra parte. Ni más ni menos lo que hicimos y hacemos en este recinto. Vivimos acordando precios, cantidades, plazos, instrumentos entre personas con intereses y necesidades distintas.
Si hay algo que aprendimos en esta gloriosa Institución es que la clave está en negociar y no imponer. Los acuerdos son la base de la permanencia de una regla en el tiempo.
Hay que aprender a buscar siempre negociaciones constructivas y no imposiciones ideológicas, respetando el esfuerzo y la libertad de decisión individual.
Es necesario que le enseñemos a la próxima generación que se puede subsidiar a millones de personas para asistir a marchas o utilizarlos como soldados políticos. Pero ese dinero no sale del ahorro del líder de turno, sino del esfuerzo de los contribuyentes o de la emisión estatal, que termina erosionando el poder adquisitivo, incluso el del mismo manifestante.
Enseñemos que el dinero resulta ser, con mucha frecuencia, la forma más cara de motivar a la gente. La educación y las normas morales no solo son más baratas, sino que a largo plazo son más efectivas.
También que vale la pena el esfuerzo y que aquel que lo hace tiene más probabilidad de progresar y cumplir sus metas. Es necesario que enseñemos a la próxima generación que no tiene sentido limitar los beneficios que alguien puede obtener por su trabajo o limitar su riqueza. Si hubiéramos limitado a figuras como Bulgheroni, Eurnekian, Roca, Blaquier, no se seguiría innovando y creando empleo.
El beneficio económico es una fuente válida de motivación para mejorar nuestra profesión.
Pero también es necesario que enseñemos a la próxima generación que ejerza la condena social, no consumiendo productos producidos por empresas que contaminan o corrompen para obtener ventajas. Por ejemplo, yo trato de no consumir productos de empresas que no transparenten sus balances cotizando en Bolsa.
En fin, los beneficios provienen de nuestra libertad de decisión.
Pero no puedo alejarme de mis genes optimistas, en mi tradicional “Compro Argentina, en la Bolsa Argentina”. Y debo decir que, quien escuchó mi humilde consejo, pudo comprobar que no hubo en estos años, una mejor inversión que hacerlo en nuestra casa.
El dato curioso y positivo, a mi entender, es que hay inversores profesionales que han comenzado a notar que la mala política empezó a perder poder de daño y que la dignidad de los ciudadanos puede más que la dádiva de una moneda ya sin valor. Noto que la mayoría de los argentinos aprendimos ya, que no se puede vivir con déficit fiscal. Nuestras pizarras reflejan este cambio de percepción. Por segundo año, representamos al mercado de mayor recuperación del valor de sus empresas medidos en moneda fuerte.
Las turbulencias financieras van a seguir, pero en el corto plazo. El sector privado tiene los recursos para generar una Argentina más productiva.
Estamos en presencia del menor endeudamiento privado de los últimos 100 años, casi no hay cheques rechazados, y en ahorros personales declarados ante la AFIP, los argentinos tienen 10 veces las reservas del Banco Central, o del valor de toda la capitalización bursátil de nuestro país. Argentina no tiene un problema de recursos, tiene un problema de confianza y de credibilidad.
Casi ningún político argentino ahorra en bonos y acciones locales. Qué paradoja: es como si no confiaran en el poder de gestión de ellos mismos y representa una señal de desconfianza. Qué mejor que uno tenga sus ahorros en donde tiene sus responsabilidades.
Una de mis frases de cabecera en el mundo financiero es que tarde o temprano las cosas terminan valiendo lo que tienen que valer, todo correlaciona a una media. Como decía mi gran amigo Carlos Fontana, nunca los árboles llegan al cielo ni sus raíces al infierno.
Nuestra riqueza no solo se basa en recursos naturales, sino también en recursos humanos, con emprendedores que aprendieron a crear en ambientes hostiles y se destacan más allá de nuestras fronteras. Y con satisfacción noto que nuestros nuevos socios ya son emprendedores pujantes.
La inversión es la columna vertebral del crecimiento y requiere tres pilares: 1) ahorro, 2) confianza y 3) reglas claras y consistentes a largo plazo. Estamos débiles en los tres aspectos.
Hoy en día, una regla o norma estable en el tiempo tiene más valor que una norma brillante.
Este tipo de gestiones se consumen la infraestructura, el dinero de las reservas y deterioran los recursos humanos, obtienen beneficios políticos de corto plazo, pero se quedan sin ningún tipo de generación de riquezas a largo plazo.
Siempre la descapitalización se paga con recesión y ésta genera más pobreza.
También el exceso de protección provoca malos incentivos. Al final de cuentas, las empresas se desarrollan cuando aprenden a reaccionar ante los cambios de contextos.
Todos sabemos aquí que las empresas valen mucho más de lo que reflejan sus precios en nuestras pizarras.
Santiago Kovadloff, una de las mejores mentes pensantes que tiene nuestro país, a mi criterio, argumenta: “Madura aquel que tiene problemas nuevos y no aquel que repite siempre los mismos dilemas”.
Y como queremos vivir en un sistema en el cual la libertad de decisión de un privado sea protagonista, la Bolsa como siempre les deja algunas propuestas.
- Que los bonos de deuda argentina se puedan usar para comprar bienes de capital, para la construcción o para desarrollos inmobiliarios. Esto daría un incentivo para cambiar deuda por producción y para convertir ahorro en inversión productiva. Las empresas tomarían empleados en forma inclusiva y los tenedores de deuda tendrían un incentivo para financiar al país. También se debería poder cancelar deudas impositivas con bonos argentinos; si el Estado le debe al inversor y el inversor al fisco, es lógico que se compensen.
- Establecer que las compañías que hagan oferta pública de su capital, transparentando así sus balances y su comportamiento social, paguen un porcentaje menor de impuestos a las ganancias, es una medida que incentivaría a las empresas a abrir su capital, a exponer sus rentabilidades y, seguramente, el Estado terminaría recaudando más por la formalización de la economía.
- Las cargas sociales por los contratos de empleo en la Argentina son del 67%, mientras que en la región están, en promedio, en el 30%. ¿No sería mejor bajarlas a la mitad para que sea más fácil dar empleo y para que esa mejora vaya al bolsillo del trabajador? Ese dinero dinamizaría el consumo, mientras que, si queda en manos de la burocracia, lo dudo.
- Potenciar más aún la ley de economía del conocimiento. Es la industria que más capacidad de crecimiento tiene y que da empleo calificado. Tenemos ventajas comparativas espectaculares que no aprovechamos. Dejar que los grandes contribuyentes usen un porcentaje de lo que pagan de impuestos para generar fondos de venture capital financiando proyectos de nuevas pymes, le permitiría al Estado, si a esas pymes les va bien, recuperar lo cedido por Ganancias con lo que les cobraría de tributos a los nuevos emprendedores. Sería la manera más genuina de generar empleo privado de calidad y bien rentado.
No quiero terminar sin felicitar a dos instituciones que nacieron en la cuna de nuestra casa y hoy son independientes y nos orgullece su desempeño:
- BYMA, por el respeto irrestricto de sus compromisos, por la transparencia de sus actos, su permanente actualización, consolidando muy buenos resultados económicos y sociales para sus accionistas; y
- la FIAB, que cumple sus primeros cincuenta años de integración iberoamericana.
Porque siempre la Bolsa piensa en el futuro, y aspira a sentirse protagonista del futuro, respetando nuestra historia y tradiciones quiero agradecer a cada uno de ustedes por participar día a día en crear este maravilloso marco de pertenencia.
Queridos socios, hermanos de la vida, las circunstancias nos vuelven a dar una oportunidad para que sea ésta la Nación de nuestros nietos. La Bolsa sabe de permanencia, de transparencia, de honestidad, del valor de los compromisos asumidos, de respeto a la propiedad privada, de diversidad, de inclusión, de respetar nuestras fuentes. Hagamos como siempre de la Bolsa de Comercio, la institución donde se refleje nuestra Nación.
Yo creo en Argentina, Yo quiero que mis nietos crean en Argentina, nuestro desafío es que todos los ciudadanos de nuestro país tengan también la oportunidad de invertir en nuestro país, pero mi sueño es algún día escuchar esta vez, a nuestros nietos exclamar “compro Argentina”.
Feliz aniversario.