La pluma perspicaz de un revolucionario
Se podría decir que el “Correo de Comercio” de Manuel Belgrano, editado en 1810, representa un antecedente del Boletín de la Bolsa. Si bien, el Boletín “Bolsa de Comercio” no contó con desarrollo de ideas ni exposición de métodos para la política económica en sus tres actividades básicas, al igual que el primero, inició el registro de las actividades concernientes a la agricultura, la industria y el comercio de su época, allá por 1893, 83 años más tarde que su antecesor.
Por encomendación del virrey Cisneros y con inicio de publicación el 3 de marzo de 1810 Manuel Belgrano lanzó “El Correo de Comercio”, un semanario para difundir todo lo relativo a ciencia, artes, comercio, historia, geografía y estadística. De esta manera, Belgrano se hizo de una magnífica herramienta de divulgación, doctrina y propaganda, creada a instancias del propio virrey. Pero debía tener cautela, obrar con sigilo, decir las cosas de manera tal que no inquietaran la sensibilidad de las autoridades. “El Correo de Comercio” intentaba servir a los 400.000 habitantes del virreinato, aunque a través de las 15.000 personas aproximadamente que sabían leer y escribir. Su labor fue el combustible necesario para mantener encendida la llama de la inminente revolución.
El Correo de Comercio consignaba informaciones sobre la entrada de buques en los puertos de Montevideo y de Buenos Aires con fecha de llegada, procedencia, denominación de la nave, descripción de cargamentos, así como la indicación de la cantidad de baúles, cajones, fardos y bultos que traía a su bordo y hasta el nombre del capitán que lo conducía. En cuanto a las consignaciones de salidas, puede apreciarse como el volumen casi total de la exportación, los cueros, sebo y astas. De todo lo cual se deduce que tales tres frutos eran la base casi exclusiva de lo que por entonces constituían las exportaciones.
Dirigido específicamente a labradores, artesanos y comerciantes, en el número del 10 de marzo, por ejemplo, inicia su exposición refiriéndose a la formación de los precios en cuanto a los productos de objeto de transacción, y cómo ellos se acomodan y establecen en relación a la “demanda efectiva”. Vale decir, en cuánto a la relación entre el número de compradores y vendedores y cómo las transacciones abonadas en dinero, ya se trate de oro o plata, resultan ventajosas en razón de su fácil transporte de acuerdo con saldos, moviéndose hacia la unidad de medida (valor en moneda), resultando que se abarata en la abundancia, así como se encarece en la escasez como todo bien de cambio.
Ya en aquella época Belgrano presenta nociones claras sobre la moneda y los cambios internacionales y nos explica que el oro y la plata, por su propia rareza y escasez, han permitido su uso como medida de valor en el intercambio de bienes, sustituyendo la simple permuta que antes lo dificultaba, no sólo en razón de su fácil traslado como por la apreciación de un fruto con respecto a otros. Los países, como los individuos, tienen otros recursos en sus operaciones mercantiles. Así, de carecer del numerario preciso para obtener sus compras, podrán apelar al uso del crédito, o adoptar el papel moneda, pues no pueden carecer de lo necesario para no paralizar sus fábricas y desatender las necesidades de su población, sumergiéndolas en el hambre y la desesperación.
Del análisis de los escritos de Belgrano en el Correo de Comercio —aun dentro de la ampulosa retórica de la época, de las frecuentes alabanzas al Rey y su sabiduría y de los sanos propósitos de lograr la ventura de los pobladores de esta parte de América— surge que esos artículos han sido vehículo de una tarea educativa, metódica, didáctica. So pretexto de decir lo que debe hacerse, cómo debe hacerse y cuándo debe hacerse, va poniendo al descubierto los inconvenientes y desventajas de los procedimientos hasta entonces aplicados, de los métodos empleados; en una palabra, del abandono cuyos únicos responsables eran las propias autoridades que habían mantenido los núcleos de la población expuestos a su albedrío, carentes de orientación, desposeídos, ignorantes y misérrimos.
Fuente: Vida, época y obra de Manuel Belgrano, de Ovidio Giménez. El libro forma parte del fondo bibliográfico de la Biblioteca de la BCBA.